sábado, 25 de enero de 2014

NARCISO, LA HISTORIA DE UN EGOLÁTRA

Caravaggio

En pleno apogeo del imperio griego, había un joven que respondía al nombre de Narciso. Era guapo, alegre y sobre todo apuesto, algo que volvía realmente locas a las jóvenes griegas de aquel momento. Sin embargo, uno de los grandes defectos de Narciso era que solo sabía quererse a sí mismo. Da igual lo guapas o riquezas que tuviesen las mujeres que se le acercaban, que él siempre las rechazaba. Su ego y vanidad le impedía querer más a una persona que así mismo.
Un claro ejemplo de esto, fue cuando Eco, una ninfa del monte Helicón, intentó a agasajar al joven Narciso con su bella e inocente voz. De hecho, antiguos mitos y leyendas decían que la voz de esta deidad femenina podía articular las más bellas y bonitas palabras jamás escuchadas. Sin embargo, sobre Eco caía una fatal maldición. Hera, celosa de esta ninfa, no quería que encandilase a su esposo Zeus, y por ello la maldijo quitándole su voz, y provocándole que solo pudiese articular la última palabra de la persona con la que estaba conversando.
El amor incondicional de Eco hacia Narciso
Pero como todos sabemos, el amor es un sentimiento tan fuerte, que Eco no se podía permitir perder a Narciso. Por ello, un día le siguió furtivamente a través de los bosques para hacerle saber de sus profundos y verdaderos sentimientos. Pero claro, esto se antojaba imposible debido a su más que horrible maldición. ¿Y qué hizo Eco? Pues se sirvió de su sintonía con la naturaleza y los animales para que estos le dijesen a Narciso que Eco lo amaba profundamente.
Narciso se tomó la declaración de esta Ninfa con cierta mofa. ¿Cómo era posible que él se pudiese enamorar de una chica muda? ÉL que era el más guapo y apuesto de toda la península del Peloponeso. ÉL que podía tener las jóvenes más guapas y bellas de toda Atenas, Esparta o Corinto. ÉL que no tenía rival sobre la faz de la tierra… En definitiva, Narciso no salía de su asombro.
Una terrible maldición cae sobre Narciso
Tras la reacción jocosa de Narciso, Eco se marchó a las cuevas para pasar el resto de su vida sola, triste y rota de desamor. Sin embargo, antes de su muerte, esta musa oró a Némesis, deidad de la venganza y la justicia divina, que maldijo a Narciso a enamorarse únicamente de su propio reflejo.
Y vaya si tuvo efecto esta maldición. Y es que cuando Narciso fue un día al río Estigia para refrescarse un poco, este se acercó, se vio reflejado el agua y pensó: “Pero qué guapo soy”. “Voy a acercarme un poco más para deleitarme un poco más con mi belleza”.  Narciso se acercó tanto al borde, que cayó finalmente al agua y murió ahogado. La maldición que propuso Eco funcionó a la perfección, y Narciso pasó el resto de la eternidad en el Inframundo atormentado por su soberbia y vanidad. Con el paso de los siglos se dijo que en este lugar creció una flor de lo más particular, que se caracteriza sobre todo por su enorme belleza y colorido en sus pétalos. Se le dio el nombre de Narciso
Si extrapolamos este relato de la mitología griega a nuestros tiempos, les diríamos que huyesen de las personas vanidosas y narcisistas. Solo les traerán dolores de cabeza ya que son sujetos que solo piensan en sí mismos en la mayoría de ocasiones. Y su ego y orgullo les impedirá muchas veces empatizar con los demás, algo que ya sufrió Eco, la protagonista de esta triste historia con la que muchos de ustedes se sentirán identificados. 

viernes, 17 de enero de 2014

ORFEO Y EURÍDICE

Jacob Hoefnagel 

Teniers, David
Tentaciones de San Antonio Abad

Cuentan la leyenda que, en la época en que dioses y seres fabulosos poblaban la tierra, vivía en Grecia un joven llamado Orfeo, que solía entonar hermosísimos cantos acompañado por su lira. Su música era tan hermosa que, cuando sonaba, las fieras del bosque se acercaban a lamerle los pies y hasta las turbulentas aguas de los ríos se desviaban de su cauce para poder escuchar aquellos sones maravillosos. 
Un día en que Orfeo se encontraba en el corazón del bosque tañendo su lira, descubrió entre las ramas de un lejano arbusto a una joven ninfa que, medio oculta, escuchaba embelesada. Orfeo dejó a un lado su lira y se acercó a contemplar a aquel ser cuya hermosura y discreción no eran igualadas por ningún otro. 
- Hermosa ninfa de los bosques –dijo Orfeo-, si mi música es de tu agrado, abandona tu escondite y acércate a escuchar lo que mi humilde lira tiene que decirte. 
La joven ninfa, llamada Eurídice, dudó unos segundos, pero finalmente se acercó a Orfeo y se sentó junto a él. Entonces Orfeo compuso para ella la más bella canción de amor que se había oído nunca en aquellos bosques. Y pocos días después se celebraban en aquel mismo lugar las bodas entre Orfeo y Eurídice. 
La felicidad y el amor llenaron los días de la joven pareja. Pero los hados, que todo lo truecan, vinieron a cruzarse en su camino. 
Y una mañana en que Eurídice paseaba por un verde prado, una serpiente vino a morder el delicado talón de la ninfa depositando en él la semilla de la muerte. Así fue como Eurídice murió apenas unos meses después de haber celebrado sus bodas. 
Al enterarse de la muerte de su amada, Orfeo cayó presa de la desesperación. Lleno de dolor decidió descender a las profundidades infernales para suplicar que permitieran a Eurídice volver a la vida. 
Aunque el camino a los infiernos era largo y estaba lleno de dificultades, Orfeo consiguió llegar hasta el borde de la laguna Estigia, cuyas aguas separan el reino de la luz del reino de las tinieblas. Allí entonó un canto tan triste y tan melodioso que conmovió al mismísimo Carón, el barquero encargado de transportar las almas de los difuntos hasta la otra orilla de la laguna. 
Orfeo atravesó en la barca de Carón las aguas que ningún ser vivo puede cruzar. Y una vez en el reino de las tinieblas, se presentó ante Plutón, dios de las profundidades infernales y, acompañado de su lira, pronunció estas palabras: - ¡Oh, señor de las tinieblas! Héme aquí, en vuestros dominios, para suplicaros que resucitéis a mi esposa Eurídice y me permitáis llevarla conmigo. Yo os prometo que cuando nuestra vida termine, volveremos para siempre a este lugar. 
La música y las palabras de Orfeo eran tan conmovedoras que consiguieron paralizar las penas de los castigados a sufrir eternamente. Y lograron también ablandar el corazón de Plutón, quien, por un instante, sintió que sus ojos se le humedecían. 
- Joven Orfeo –dijo Plutón-, hasta aquí habían llegado noticias de la excelencia de tu música; pero nunca hasta tu llegada se habían escuchado en este lugar sones tan turbadores como los que se desprenden de tu lira. Por eso, te concedo el don que solicitas, aunque con una condición. - ¡Oh, poderoso Plutón! –exclamó Orfeo-. Haré cualquier cosa que me pidáis con tal de recuperar a mi amadísima esposa. 
- Pues bien –continuó Plutón-, tu adorada Eurídice seguirá tus pasos hasta que hayáis abandonado el reino de las tinieblas. Sólo entonces podrás mirarla. Si intentas verla antes de atravesar la laguna Estigia, la perderás para siempre. 
- Así se hará –aseguró el músico. 
Y Orfeo inició el camino de vuelta hacia el mundo de la luz. 
Durante largo tiempo Orfeo caminó por sombríos senderos y oscuros caminos habitados por la penumbra. En sus oídos retumbaba el silencio. Ni el más leve ruido delataba la proximidad de su amada. Y en su cabeza resonaban las palabras de Plutón: “Si intentas verla antes de atravesar la laguna de Estigia, la perderás para siempre”. 
Por fin, Orfeo divisó la laguna. 
Allí estaba Carón con su barca y, al otro lado, la vida y la felicidad en compañía de Eurídice. ¿O acaso Eurídice no estaba allí y sólo se trataba de un sueño?. Orfeo dudó por un momento y, lleno de impaciencia, giró la cabeza para comprobar si Eurídice le seguía. 
Y en ese mismo tomento vio como su amada se convertía en una columna de humo que él trató inútilmente de apresar entre sus brazos mientras gritaba preso de la desesperación: - Eurídice, Eurídice... 
Orfeo lloró y suplicó perdón a los dioses por su falta de confianza, pero sólo el silencio respondió a sus súplicas. Y, según cuentan las leyendas, Orfeo, triste y lleno de dolor, se retiró a un monte donde pasó el resto de su vida sin más compañía que su lira y las fieras que se acercaban a escuchar los melancólicos cantos compuestos en recuerdo de su amada. 

Cuadro 2: Escuela Flamenca

Obra de D. Teniers, en ella se representa el tema de las Tentaciones de San Antonio Abad. En la escena vemos a una joven diablesa que irrumpe, con un acompañante, y reemplaza a la vieja de las versiones precedentes y del original de la Gemäldegalerie Berlín, en el cubículo del santo. El surrealismo ambiental y los monstruos de estirpe demoníaca evocan imágenes bosquianas, pero la elegancia del gesto y la indumentaria de la pareja, símbolo de vanidad y lujuria, encubren el dramatismo intrínseco del relato.Los personajes sugieren, de forma pintoresca, la presencia de los pecados capitales; la Gula, con expresión bonachona y un amplio collar de salchichas, penetra en la cavidad rocosa a caballo de un esqueleto, y la Pereza se reconoce en la joven con aspecto cansino que apoya el mentón en su mano; en el ángulo izquierdo, la Ira cabalga victoriosa sobre un león, y vencida a sus pies figura la Envidia, simbolizada por una manzana, y en el ángulo opuesto, la Avaricia; el embudo que sirve de caso al jinete volador simboliza la Lujuria, y los motivos sobre el altar, la vanidad de la vida; personificaciones que toma de las Artes Morales de Coornhert (Texto extractado de Díaz Padrón, M.: El siglo de Rubens en el Museo del Prado: catálogo razonado de pintura flamenca del siglo XVII, 1995, p. 1428).

jueves, 29 de noviembre de 2012

MITOLOGÍA GRIEGA. DIOSA Y MITO


El mito homérico

Está reflejado en la Iliada y comienza con Océano, el curso del agua que circunda el mundo (como hacía Orión con el huevo) y nombró a Tetis como “madre de sus hijos” que, como Eurínome, reina sobre el mar. Esta pareja original es similar a la babilónica, formada por Apsu y Tiamat. Homero consideraba que todos los dioses y seres vivientes surgieron del Océano que circunda el mundo y que Tetis fue la gran madre universal.

Océano y Tetis. Mosaico deI siglo I-II a.C. Gaziantep Museum, Gaziantep, Turquia


4. El mito órfico


La teogonía órfica no es conocida por unos pocos fragmentos que se conservan en citas de filósofos neoplatónicos y fragmentos de papiro recientemente desenterrados. Uno de estos fragmentos, El papiro de Derveni, demuestra actualmente que al menos en el siglo V a.C. existía un poema teogónico-cosmogónico de Orfeo. 


El papiro de Derveni

Propone como arquetipos de lo masculino y femenino al Viento y a la diosa de la noche de alas negras (diosa por la que incluso Zeus sentía un temor reverente), la cual fue seducida por el Viento y puso un huevo de plata en el útero de la Oscuridad, de donde salió Eros (el amor) a quien algunos llaman Fanes (el sol) el de alas doradas, que puso en movimiento al universo. Eros tenía cuatro cabezas (las cuatro estaciones), alas doradas y doble sexo. A veces rugía como un león, mugía como un toro, balaba como un carnero o silbaba como una serpiente. Eros vivía en una caverna con la diosa Noche, que también era Orden y Justicia. Fuera de la caverna se sentaba Rea, tocando el tambor y llamando a la humanidad para que escuchase los oráculos de la triple diosa. Aunque Eros (o Fanes) creó la tierra, el cielo, el sol y la lunar, era la triple diosa quien gobernaba el universo hasta que su cetro pasó a Urano.

La barca de Caronte, Sueño, Noche y Érebo, por Luca Giordano. Caronte era el hijo de Nix y Érebo. De 1684-1686. Fresco del Palazzo Medici-Riccardi. Florencia

Diosa celeste de la que emana leche de sus pechos. Detalle de La barca de Caronte, Sueño, Noche y Morfeo, por Luca Giordano

La Diosa de la Noche, detalle de La barca de Caronte, Sueño, Noche y Morfeo, por Luca Giordano

Verge Dels Dolors. Església arxiprestal Mare de Déu de l'Assumpció de Peg


Nut, “La Grande que parió a los dioses”, es la diosa del cielo, creadora del universo y los astros. Nut, diariamente paría al Sol que viajando sobre su cuerpo llegaba hasta su boca, desapareciendo en el interior (o en la Duat), renaciendo al día siguiente.

La Teogonía de Hesíodo

El relato más ampliamente aceptado del comienzo de las cosas tal como lo recoge la Teogonía de Hesíodoempieza con el Caos, un profundo vacío. Según Hesíodo después emergió Gea (la tierra) de ancho pecho, morada perenne y segura de los seres vivientes, surgida del Tártaro (el Abismo) tenebroso de las profundidades, y Eros (el Amor), el más bello de los dioses. Del Caos nada podía esperarse, hasta que de la acción de Eros, principio vital, salieron Érebo (el inframundo, las tinieblas), cuyos dominios se extendían por debajo de Gea en una vasta zona subterránea, y Nix (la oscuridad o la noche). Érebo y Nix tuvieron amoroso consorcio y originaron al Éter (Espacio) y Hemera (el Día), que personificaron respectivamente la luz celeste y terrestre. Por lo tanto, la fuente es el Caos y no la diosa madre. Sin ayuda masculina Gea comenzó a engendrar sola y así mientras dormía surgió Urano (el Cielo Estrellado), un ser de igual extensión que ella, con el fin de que la cubriese toda y fuera una morada celestial segura y eterna para los dioses, y entonces la fertilizó. Gea crea laNaturaleza: las montañas, para albergue grato de las Ninfas, que escogieron para ello frondosos bosques y el estéril piélago (Ponto). Después de crear el mar se unió con su hijo Urano y engendraron las demás formas de la naturaleza (Variación de la diosa madre y su hijo-amante).


La pareja primigenia, el Cielo y la Tierra, es propia de muchas mitologías y se encuentra en lugares tan remotos como Nueva Zelanda, donde aparecen respectivamente como Rangi y Papa, y el relato sigue una línea semejante al de Hesíodo. Urano contempló tiernamente a su madre desde las elevadas cumbres y derramó una lluvia fértil sobre sus hendiduras secretas, naciendo así las hierbas, flores y árboles con los animales y las aves, que formaron como un cortejo para cada planta. La lluvia sobrante hizo que corrieran los ríos y al llenar de agua los lugares huecos se originaron así los lagos y los mares, todos ellos deificados con el nombre de Titanes: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Crono; y Titánides: Temis, Rea, Tetis, Tea, Mnemósine y Febe; de ellos descendieron los demás dioses y hombres.

Pero como si Urano y Gea quisieran demostrar que su poder estaba por encima de todo, crearon otros hijos de horrible aspecto: los tres Cíclopes primitivos, llamados Arges, Estéropes y Brontes, quienes tenían un solo ojo redondo en medio de la frente y representaban respectivamente el rayo, el relámpago y el trueno y eran inmortales (uno de los descendientes fue astutamente engañado por Ulises, tal como lo cuenta la Odisea), y muchos de éstos ya mortales fueron muertos por Apolo para vengar la violenta desaparición de Asclepio del mundo de los vivos (sus espíritus habitaban las cavernas del volcán Etna en Sicilia). Finalmente, engendraron a los Hecatonquiros o Centimanos, tres hermanos con cincuenta cabezas y cien brazos cada uno que se llamaron Coto, Briareo y Giges.

Fragmento de crátera del siglo VII a.C. Museo de Argos. El cíclope Estéropes y Ulises.

A la izquierda un Hecantonquiro. Apolo y Ártemis atacando Gigantes. Relieve en mármol del Tesoro de Sifnians en Delos, c. 525 a.C.



Por su parte la Noche por sí sola había engendrado a Tánatos (la muerte), a Hipno (el sueño) y a otras divinidades como las Hespérides, celosas guardianas del atardecer cuando las tinieblas empiezan a ganar la batalla de la luz diurna, fenómeno que se repite cada día; las Moiras (Parcas), defensoras del orden cósmico, representadas como hilanderas que rigen con sus hilos los destinos de la vida; Némesis, la justicia divina, perseguidora de lo desmesurado y protectora del equilibrio. 

Las Hespérides. Pintura griega clásica atribuida al pintor Meidias. 410-420 a.C.


El Triunfo de la Muerte o Los Tres Destinos.Tapiz flamenca, probablemente de Bruselas, ca. 1510-1520). Victoria and Albert Museum, London

Crono el más joven, de mente retorcida, el más terrible de los hijos de Gea, castró a su padre y se convirtió en el gobernante de los dioses con su hermana y esposa Rea como consorte y los otros Titanes como su corte. Este tema de conflicto padre-hijo se repitió cuando Crono se enfrentó con su hijo, Zeus, que le desafió a una guerra por el trono de los dioses. Al final, con la ayuda de los Cíclopes (a quienes liberó del Tártaro), Zeus y sus hermanos lograron la victoria, condenando a Crono y los Titanes a prisión en el Tártaro.

Cronos mutila a Urano. Según una pintura de Vasari y Gerhardi

Vimos en Creta cómo era necesario sacrificar al hijo-amante (o su sustituto, el toro, a veces el árbol o “tronco de Atis”) para renovar la fertilidad estacional. Sin embargo, en esta variación del mito de la diosa madre y su hijo-amante, la creación queda detenida hasta que el hijo-amante es castrado: este sacrificio genital inaugura el reinado de Cronos, es decir, el comienzo del tiempo, la puesta en marcha del tiempo.

Algunos estudiosos lo conocen como el mito de la sucesión, el cual comprende, en sentido estricto, la vida de Urano, Crono y Zeus, los tres sucesivos ocupantes del trono de los dioses. Comienza cuando Gea y Urano dieron a luz tres gigantes violentos, insolentes y feos, con cincuenta cabezas y cien brazos. Su padre los aborreció al verlos y los escondió para que no vieran la luz. Enfadada, Gea urdió un malvado plan: construyó una hoz enorme y exhortó a sus hijos para que matasen a su padre. Crono aceptó el reto. Cuando llegó Urano y se acostó sobre Gea, ansioso de amor, salió Urano de su escondite y logró alcanzarle con la mano izquierda, empuñó con la derecha la prodigiosa hoz, enorme y de afilados diente, y apresuradamente segó los genitales de su padre y luego los arrojó al mar tirándolos a su espalda, gesto quizá entendido por Hesíodo como ritual o mágico, y en cierto modo semejante al lanzamiento antropogónico de piedras por Deucalión y Pirra, a la prohibición de mirar atrás que se impone a Orfeo como condición para la resurrección de Eurídice, y al lanzamiento por Ulises, también a sus espaldas, del velo de Leucotea.


No en vano escaparon aquéllos de sus manos. Pues cuantas gotas de sangre salpicaron, todas las recogió Gea. Y al completarse un año, dio a luz a las poderosas Erinias, a los altos Gigantes de resplandecientes armas, que sostienen en sus manos largas lanzas, y a las Ninfas que llaman las Melias sobre la tierra ilimitada (Robert Graves en “Mitos griegos”).

Las Erinias

La castración de Urano resulta fecunda. Las gotas de sangre que manan de la herida caen sobre la Tierra, que las recibe y, andando el tiempo, engendra tres grupos de seres: las Erinias, los Gigantes y las NinfasMelias. Las Erinias o Furias son diosas, las diosas encargadas de castigar sobre todo a los parricidas (por eso puede ser simbólico su nacimiento de las gotas de sangre del padre mutilado por su hijo); su aspecto es horrible, con cabellera de serpientes y blandiendo en las manos látigos que son también serpientes; son tres (aunque Hesíodo no precisa el número), y sus nombres (que tampoco Hesíodo menciona) son Alecto, Tisífone y Megera. En Esquilo son hijas de la Noche, lo que sugiere alguna equiparación con las Ceres de la Teogonía, que son hijas de la Noche y «que castigan sin compasión».

Orestes perseguido por las Furias de William Adolphe Bouguereau (1862).


El Nynphaeum de Adolphe Bouguereau, 1878

Los Gigantes
El segundo grupo de seres que brotan de las gotas de sangre de Urano es el de los Gigantes, seres colosales, de poder semejante al de los dioses, pero mortales en todo caso. Casi nada dice de ellos Hesíodo, aparte del indicado origen; pero fuera de Hesíodo hay muchos más datos, concentrados sobre todo en torno a la lucha de los Gigantes contra los dioses llamada Gigantomaquia. Los Gigantes, en efecto, no son dioses, sino una especie en cierto modo intermedia entre dioses y hombres: próximos a los dioses por sus fuerzas, pero mortales como los hombres. Parecidos a los Gigantes son, por otra parte, los Lestrígones (griego Λαιστρυγόνες, Laestrygónes, eran una tribu mitológica de gigantes antropófagos. La tradición sitúa a los lestrigones en Sicilia oriental o en la costa sarda) y los Feacios. Las más antiguas alusiones a laGigantomaquia que poseemos están en Píndaro y los relatos más detallados en Apolodoro y en las dosGigantomaquias de Claudiano. En estos relatos y en otras fuentes se menciona un gran número de nombres individuales de Gigantes (Encélado, Alcioneo, Porfirión, Mimante, Efialtes, Éurito, Clitio, Palante, Polibotes, Hipólito, Agrio, Toon, Óbrimo, Reto, Peloro, Énfito, Teodamante, Asco, Oromedonte, Damástor, Paleneo, Equíon, Ctonio, Peloreo, y varios otros). En cuanto a datación, la Gigantomaquia es posterior a laTitanomaquia (con la que a veces indebidamente se confunde, así como los Titanes en general, o algunos de ellos en particular, son a veces llamados Gigantes).

Ilustración de John Flaxman para La Odisea (1810). Antifate, rey de los Lestrigones, masacra a un gran número de compañeros de Ulises.

Los lestrigones, pintura de la pared de una casa en la colina del Esquilino, Roma, finales del siglo I a.C.

Ulises en la corte de Alcinoo, rey de los Feacios. Por Francesco Hayez (1813–1815)

Las Ninfas Melias

El último grupo de seres que brotan de la Tierra al caer las gotas de sangre de Urano es el de las Ninfas Melias, que apenas tienen actuación alguna, tanto en Hesíodo como en las pocas menciones posteriores. Por su nombre parecen ser ninfas de los fresnos o bien de los árboles en general, semejantes a las Dríades. En la mitología griega, las Hamadríades (en griego antiguo Ἁμαδρυάδες Hamadryádes) o Adríades (en griego antiguo Ἀδρυάδες Adryádes) son las ninfas de los árboles. Son parecidas a las Dríades, salvo porque están relacionadas con un único árbol y mueren si éste se corta. Por esta razón, las dríades y los dioses castigaban a los mortales que dañaban a los árboles.

Mosaico de Pan (a la izquierda) y una hamadríade, encontrado en Pompeya

Si tal conexión arbórea llegara en las Ninfas Melias, como en las Dríades, a una cierta identificación con la naturaleza arbórea, podría verse en la génesis de las Melias una cierta semejanza con el nacimiento de un almendro de los genitales de Atis o de un granado al caer a tierra los órganos genitales y la sangre de Agdistis. No tienen nombres individuales las Ninfas Melias, ni en Hesíodo ni en los otros textos, al menos en cuanto tales componentes del grupo; hay una Oceánide Melia, madre de Foroneo; y una Melia, madre de Folo, de Sileno y de Egialeo, de quien no consta si es la Oceánide, si pertenece al grupo de las Melias de que estamos tratando, o si se trata de otro personaje; todavía más inidentificables con cada una de las dos Melias mencionadas por Calímaco.

La gruta encantada de Boichard. Las Oréades son las ninfas que custodian y protegen las grutas y las montañas.

Las ninfas representan los espíritus femeninos de la naturaleza, a veces unidos a un lugar u orografía particular. Según la mitología griega solían acompañar a varios dioses y diosas, y eran con frecuencia el objetivo de sátiros lujuriosos. En realidad, representan a la Diosa y sus diversas manifestaciones. El hogar de las ninfas está en las montañas y arboledas, en los manantiales y ríos, en los valles y las frías grutas. Con frecuencia son el séquito de divinidades superiores: de Artemisa la cazadora, de Apolo el profeta, del juerguista y dios de los árboles Dionisio, y también de dioses rústicos como Pan y Hermes, dios de los pastores.

Las Ninfas en el Lago, de Ulpiano Checa

A modo de resumen, definiremos los diferentes grupos, entre las que encontramos las Nereidas (hijas de Nereo; del mar mediterráneo), las Dríades de los bosques; las Alseides de las flores; las Hamadríades de los árboles; las Náyades del agua dulce; las Auloníades de los pastizales; las Océanides (hijas de Océano; cualquier agua, normalmente salada); las Oréades (montañas, montes; forman el cortejo de Artemisa); las Hespérides de los jardines; las Limnátides de los lagos; las Trías (ninfas proféticas de la miel) y las Corícides o Coricias (cuevas, son las musas clásicas).

Las Erinias, los Gigantes y las Ninfas Melias son, pues, los seres que brotan de la Tierra al caer en ella las gotas de sangre de Urano. Pero mucho más importante es otra consecuencia directa de la castración de Urano: sus órganos genitales caen al mar, vagan flotantes durante largo tiempo, y junto a ellos se forma una blanca espuma, brotada de los miembros inmortales, sobre la que a su vez se forma o emerge una joven que será nada menos que la excelsa diosa del amor y de la belleza, Afrodita o Venus, que pasa junto a Citera, isla al sur del Peloponeso que en tiempos históricos poseyó un famoso santuario de Afrodita, y por último llega a Chipre, donde establece su residencia principal. Hesíodo explica por estas conexiones los otros dos nombres usuales de Afrodita, a saber, Citerea y Cipris. Por haber brotado de la espuma, el de Afrodita (afroj `espuma', pero dejando sin explicar la segunda parte del nombre). En latín no se emplea nunca Afrodita, sustituida, como es común en casi todos los dioses de primera fila, por una traducción o equivalencia con una divinidad itálica,Venus en este caso; son, en cambio, muy usuales en latín las transcripciones indicadas de Citerea y Cipris. Añade Hesíodo, entre otros datos, el de que la acompañaban el Amor y el Deseo, tanto en el momento de su nacimiento como al marchar a unirse a la muchedumbre de los dioses. Esta genealogía hesiódea de Venus, así como la forma de su nacimiento así descrita por Hesíodo, es inconciliable con la genealogía homérica y con un dato que es muy célebre, pero que no está ni en Hesíodo ni en texto alguno anterior a Plauto: el de que Venus nació de una concha, o bien que, una vez nacida en el mar, navegó en una concha.

Sandro Botticelli, Nacimiento de Venus, h. 1484- 1486.
Temple sobre lienzo 172,5 x 278,5 cm.
Galería de los Uffizi, Florencia.

Esta historia es similar a la del Enuma Elish, donde Apsu, el padre original, antaño hijo y ahora esposo deTiamat, planea destruir a sus hijos porque le molesta el griterío que hacen. Apsu (Urano) es depuesto por Ea (Cronos). ¿Cómo surgieron estos seres feos y destructivos que molestaban al dios padre? El Enuma Elish, sin dar las razones, dice que el hermano mayor de Ea creó grandes vientos que agitaron a Tiamat y ésta dio a luz una camada monstruosa de serpientes venenosas, la mayor de la cual comienza una guerra contra los dioses, quienes destruyen a Tiamat (su madre original) guiados por Marduk y la creación, por así decirlo, vuelve a empezar, un mundo creado que se había ido corrompiendo y emponzoñando con el tiempo.

Tampoco el mito griego nos da ninguna razón que explique la creación de estos monstruos, pero en ambos mitos su llegada significa el fin del antiguo orden. La diferencia en el mito griego es que la diosa madre tierrano es destruida, seguramente por influencia minoica.

En la versión del mito de la creación de Hesíodo es Gea, la diosa madre, quien ayuda a Rea, la madre de Zeus, para engañar y detener al enloquecido Cronos que está devorando a sus hijos. Fue también ella quien dio a Zeus el trueno y el relámpago que habitaban en el interior de la tierra. La Diosa madre (la Tierra) nunca fue olvidada como fuente de todas las cosas, y los griegos siguieron honrando a Gea como presencia viva y sagrada, cuyas leyes regían toda la creación.

Por consiguiente, para los griegos el orden de la naturaleza (la ley de Gea) era un orden moral que no debía ser perturbado por el comportamiento inmoral de los seres humanos. En los “Trabajos y los días” de Hesíodoel pueblo justo es recompensado con abundantes sustentos. En “Edipo rey” de Sófocles la tierra de Tebas comienza a morir por el pecado antinatura cometido por Edipo asesinando a su padre y el incesto involuntario con su madre. Todo se vuelve infecundo y surge la polución, la impureza, como consecuencia de haberse cometido un crimen humano contra el orden divino (la ley de la Tierra), Así cuando Edipo descubre que es el asesino de su padre y abandona la ciudad, la tierra comienza a vivir de nuevo.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

TITANO Y LA GIGANTOMAQUIA

Para convertirse Zeus en dios supremo de los griegos primero tuvo que vencer a la Tierra (Metáfora del combate contra la Diosa, como los mantenidos por Marduk y Yahvé). La batalla comienza contra los Titanes, luego contra un dragón, y por último contra los gigantes. Derrotados los Titanes con la ayuda de Gea, Zeus tuvo que vencer al dragón, es decir, al hijo menor de Gea, Tifón, un híbrido gigantesco, medio hombre y medio bestia, de cuyos hombros crecían cien serpientes. En la última batalla contra los gigantes, Gea será su adversaria. La victoria de Zeus estableció el gobierno de los cielos sobre y contra el gobierno de la tierra.

Typhon - Le Mercure des Philosophes, Della transmutatione metallica, Giovanni Battista Nazari, Brescia, 1589

Zeus va creciendo en Creta y, una vez llegado a la edad adulta, consigue que Crono vomite a sus hermanos (después de haber vomitado la piedra que había deglutido creyendo ser Zeus, piedra que Zeus coloca en la tierra de Pito, la futura Delfos, donde, como tal pretendida reliquia, se enseñaba todavía en el siglo II d. C., según cuenta Pausanias), ya sea mediante un vomitivo que le administra la Oceánide Metis, ya mediante alguna otra estratagema, no especificada. Libera también Zeus a los Cíclopes y Hecatonquires que, encadenados por su padre Urano, permanecían todavía en las entrañas de la tierra.

P. P. Rubens, "La caída de los Titanes" 1636-1637

A continuación, inducido por Gea, emprende Zeus, juntamente con sus hermanos, y con la ayuda, al parecer, de algunos otros dioses (probablemente la Oceánide Estige y sus hijos la Gloria, la Victoria, la Fuerza y la Violencia, (aunque esto está sólo en la Teogonía y de un modo muy impreciso, sin seguridad de que se refiera a la Titanomaquia), una encarnizada guerra contra su padre Crono, guerra llamada la Titanomaquia por estar Crono asistido en ella por al menos algunos de los otros Titanes, si bien no consta con claridad quiénes fueron, de entre los Titanes y Titánides, los que según la tradición de la Titanomaquia tomaron parte en la lucha al lado de Crono. Hesíodo no lo dice en absoluto; pero tampoco hace excepción alguna al mencionar a los Titanes e incluirlos en la lucha en su la totalidad (Titanes, Titánides y Crónidas), ni tampoco después al referir su castigo, por lo que parece como si se refiriera siempre a los doce. Sin embargo, hay algunos de ellos frecuentemente excluidos en las otras fuentes, como es el caso de Océano y de Helio; hay otros que aparecen como los principales combatientes, como Ceo, Crío, Hiperíon, Crono y Iápeto, además de algunos de sus descendientes como Menecio y Atlas.

Suttung amenazando a los enanos. Louis Huard

Los Titanes luchan desde el monte Otris; los Crónidas, desde el Olimpo, con lo que parece Hesíodo dar a entender que las batallas tendrían lugar en la llanura tesalia que se extiende entre ambas montañas. Que Zeus y sus hermanos ocupasen el Olimpo expulsando de allí a los Titanes, lo que significó la declaración de guerra que inicia la Titanomaquia, es algo no especificado claramente en ningún sitio, pero sí sugerido al menos en laTeogonía; en todo caso, la ocupación del Olimpo será definitiva, y desde entonces Zeus, sus hermanos y sus hijos (no todos, sino los más importantes) se llamarán los Olímpicos. La descripción de la Titanomaquia y de sus resultados ocupa los vv. 629-733 de la Teogonía; la lucha dura diez años, hasta que al fin la intervención de los Hecatonquiros, que se sabía sería decisiva según profecía comunicada por Gea a Zeus (y entonces es, según Apolodoro, cuando Zeus los libera, dando muerte para ello a una tal Campe que era su carcelera), la resuelve a favor de Zeus, que depone del trono a su padre y le sucede en el gobierno del mundo, que conservará ya a perpetuidad (gracias al trueno, relámpago y rayo que le han proporcionado los Cíclopes, Zeus «reina sobre mortales e inmortales»: Teogonía, v. 506; según Apolodoro, los mismos Cíclopes proporcionaron también a Plutón el casco y a Poseidón el tridente). Crono y los otros Titanes (sin excepción explícita en Hesíodo, pero es probable que haya que exceptuar al Océano y a otros) son expulsados del cielo y encadenados y encerrados bajo la custodia de los Hecatonquiros en las profundidades de la Tierra, en el Tártaro, tan distante, por debajo, de la tierra, como ésta del cielo.
Con el definitivo establecimiento de Zeus en el trono supremo de los dioses y el mundo termina el mito de la sucesión. Hesíodo no menciona el reparto del mundo por sorteo, que aparece ya en la Ilíada, entre los tres hermanos Zeus, Poseidón y Plutón, que reciben así, respectivamente, la soberanía del cielo, el mar y el infierno. Sólo después de la Titanomaquia es donde, por una especie de también imprecisa elección o aclamación de los dioses vencedores, Zeus pasa a ser, explícitamente, el rey y soberano de los inmortales. Pero aun así, una vez terminada la Titanomaquia y expulsados del cielo por Zeus los Titanes, la supremacía de Zeus será ya definitiva e inalterada; pero hay, sin embargo, varias ocasiones en que Zeus está a punto de perder esa supremacía, en tres de ellas por tener que enfrentarse con temibles enemigos, y en otras dos con motivo de apetencias eróticas suyas. Las primeras son la Gigantomaquia, la Tifonomaquia y la lucha con los AlóadasOto y Efialtes.

Los Gigantes, Dante Alighieri - Inferno - Plate 65 (Canto XXXI - The Titans) 1857. Gustave Doré.

La Gigantomaquia

Se encuentra narrada en Apolodoro y Claudiano como la guerra de los Gigantes contra Zeus y los otros Olímpicos. Instigadora de esa lucha es, en la mayoría de las fuentes, la madre de los Gigantes, esto es, la Tierra (Gea-Gaia) quien los había concebido de Urano, la cual quiere ahora vengar la derrota y prisión de los Titanes. La lucha, encarnizada y terrible, se desarrolla en los campos de Flegra (nombre mítico de Palene, la más occidental de las tres penínsulas que componen la también península de la Calcídica, en el NE. de Grecia), y durante ella los Gigantes acumulan unas sobre otras las montañas más importantes de Grecia, intentando escalar así el cielo. Un oráculo había indicado que era condición imprescindible para la victoria de los dioses contra los Gigantes que al lado de aquéllos combatiese un mortal (así en Apolodoro), o según otros, dos semidioses. La condición se cumple, en el primer caso, en la persona de Hércules; en el segundo, en las de Hércules y Baco; este último aparece como combatiente en varias otras fuentes que no mencionan el oráculo. Con la ayuda, pues, ya sea de Hércules solo, ya de Hércules y Baco, los dioses consiguen una victoria total, dando muerte a los Gigantes, algunos de los cuales quedan sepultados debajo de islas o de montañas.

Gigantomaquia en un ánfora de figuras rojas, ca. 400- 390 a.C. Museo del Louvre. Hércules en el centro.

Illustration from Harry Thurston Peck, Harpers Dictionary of Classical Antiquities (1898)

Litografías de Bernard Picart 1673-1733. Los Gigantes preparan el ataque al Olimpo

Esta grandilocuente lucha conocida como la Gigantomaquia, aunque posterior a la creación del hombre, se coloca generalmente aquí por ser la confirmación del poder de Zeus y sus compañeros. En ella no faltó lo anecdótico y lo imprevisto, como cuenta Eratóstenes, que al aparecer los Gigantes asustaron el asno del sátiroSileno y sus rebuznos fueron tan enormes que impidieron el primer asalto de aquéllos, ya que quedaron perplejos ante los extraños sonidos, creyendo que provenían de algún terrible animal. Esta historia deEratóstenes también dice que participó el asno de Dioniso, mientras que otras refieren que este suceso ocurrió cuando Tritón empezó a hacer sonar su trompa marina.

Relieve anónimo del siglo I a.C, que representa a Sileno en su asno

Para Eratóstenes fueron dos asnos montados por los dioses Dionisio y Sileno en su batalla contra los Titanes. Los asnos comenzaron a rebuznar con tal fuerza que los Titanes se asustaron, y así los dioses pudieron vencer en la batalla. Los asnos obtuvieron como recompensa un lugar en el Cielo junto con el cúmulo El Pesebre.


M44 es el Cúmulo de la Colmena (Beehive Cluster para los angloparlantes), pero también, más comúnmente, el Pesebre (latín Praesepe). Este nombre se debe a que está situado entre dos estrellas que tienen nombre de asnos: Al norte se encuentra Asellus Borealis (Gamma Cnc), el asno del norte, una estrella blanca de tipo espectral A1 (blanca) y magnitud +4.7 distante 155 años-luz del Sistema Solar; al sur de M44 localizamos a Asellus Australis (Delta Cnc), el asno del sur, que es amarillenta, tipo espectral K0 de magnitud +3.9 y a la misma distancia de 155 años-luz. 
Sea como fuere, aunque salta a la vista la ingenuidad de tales relatos como un intento de explicar una fantástica derrota, en Mitología (y la griega no es una excepción) hemos de acostumbrarnos a encontrar lo grandioso y lo terrible mezclado con lo infantil, reflejo subconsciente del modo de ser de los pueblos antiguos creadores de los mitos. La Gigantomaquia fue un tema favorito de la plástica, y así podemos contemplarla en muchos frontones conservados de los templos clásicos (algunos de los cuales son guardados celosamente en los museos más importantes del mundo). Los cuerpos de los monstruos, rematados en serpientes, se prestaban admirablemente a rellenar los ángulos de los frontispicios y terminar así artísticamente una composición.

Detalle del frontón del antiguo templo de Atenea en la Acrópolis, ca. 520 a.C. Atenea se enfrenta a un Gigante. Atenas, Museo de la Acrópolis.

Gigantomaquia en un friso del Tesoro de los Sifnios (525 a.C.) en Delfos, Museo Arqueológico de Delfos

MITOLOGÍA GRIEGA. ETER


"Day and the Dawnstar" de H. J. Draper

FICHA RÁPIDA

Nombre griego: Éter, Aether.
Equivalente romano: Ether.

Título: dios primordial del la Luz y Aire del Cielo Superior.
Categoría: dioses Protogenoi; dioses de la luz.
Mitos relacionados: la Creación; el día y la noche.

Padres: Caos según Higinio; Érebo según Aristófanes; Érebo y Nix según Hesíodo; Cronos y Ananké según algunos órficos o Cronos únicamente para otros.
Hermana: Hemera.
Consorte: Hemera.
Domicilio: el Cielo Superior, donde habitan los dioses.
Posible descendencia: Gea, Urano y Ponto según Higinio. Las néfeles por si sólo.Tártaro con Gea según Higinio. 

En la mitología griega, Éter o Aether era uno de los dioses primordiales o Protogonos, personificación del ‘cielo superior’, el espacio y el paraíso. Es el aire alto, puro y brillante que respiran los dioses, en contraposición al ‘aire’ de la Tierra que respiraban los mortales (identificado con Caos).

La paternidad de Éter no está muy clara y depende de la fuente: el Caos según Higinio; Érebo según Aristófanes; Érebo y Nix según Hesíodo; Cronos y Ananké según algunos órficos o Cronos únicamente para otros.

Según Higino, engendró a Gea, a Urano y a Ponto junto a Hemera. Según Aristófanes fue también el padre, por sí mismo, de las ninfas de las nubes, las néfeles. 

Nix arrastraba las oscuras nieblas de Érebo por los cielos llevando la noche al mundo ocultando el Éter, mientras Hemera, hermana y consorte de Éter, las dispersaba trayendo el día. (En las antiguas teogonías se consideraba que la noche y el día eran independientes del sol). Además, el Éter era conocido también como el muro defensivo de Zeus, la barrera que encerraba a Tártaro fuera del cosmos.

MITOLOGÍA GRIEGA. URANO, LA BOVEDA CELESTE


"La mutilación de Urano" de Giorgio Vasari y Cristofano Gherardi

FICHA RÁPIDA

Nombre griego: Urano, Uranus, Ouranus.
Equivalente romano: Caelus.

Título: dios primordial del la Bóveda Celeste.
Categoría: dioses Protogenoi; dioses del cielo.
Mitos relacionados: la Creación; la rebelión de Crono. 

Padres: Gea según Hesíodo; Éter y Hemera según Higinio y Cicerón; Nix según algunos órficos.
Descendencia: Cíclopes, Hecatónquiros, Musas, Titanes y Titánides con Gea. Erinias, Gigantes y Melíades, a partir de su propia sangre; Afrodita según algunas fuentes, también de su propia sangre. 

Urano, personificación del Cielo, puede considerarse el abuelo de los dioses clásicos. Sin embargo, ningún culto dirigido directamente a Urano sobrevivió hasta la época clásica.

Nacimiento.

La paternidad de Urano no está clara y depende de autores. Según Hesíodo, nació de Gea, quien lo parió sola y lo convirtió en su consorte, siendo ambos ancestros de la mayoría de los dioses griegos. Higinio y Cicerón atribuyen la paternidad a Éter y Hemera. Según los himnos órficos, Urano era el hijo de la diosa de la noche, Nix.

Familia.

Hesíodo menciona que Gea concibió una amplia descendencia con Urano. Primero los Cíclopes, gigantes de un solo ojo, constructores de murallas, a los que posteriormente se les dieron nombres: Brontes (‘el que truena’),Estéropes (‘el que da el rayo’) y Arges (‘el que brilla’). Luego añade los Hecatónquiros: Coto, Briareo y Giges, gigantes de cien manos y cincuenta cabezas. Por último, cuenta como Gea yació con su hijo Urano y engendró a losTitanes (Océano, Ceo, Crío, Hiperión y Jápeto) y a las Titánides (Tea, Rea, Temis, Mnemósine, Febe y Tetis). El último en nacer fue Crono, que odió a su lujurioso padre. 

La rebelión de Crono

Urano escondió a cíclopes y hecatónquiros en el Tártaro, el mundo de las profundidades y la oscuridad, donde no pudieran ver la luz. Esto causó un gran dolor a Gea, que creó un pedernal gris (o adamanto) y fabricó de éste una gran hoz; luego, reuniendo a los titanes, les pidió obediencia. Sólo Crono, el menor, se atrevió a tomar la hoz, con la que castró a su padre cuando éste se acercó a Gea para yacer con ella. 

Según algunas fuentes, Crono arrojó al mar los testículos de Urano, donde produjeron una espuma de la que nació Afrodita. Por otro lado, la sangre derramada sobre la tierra engendró a las Erinias, a los Gigantes y a las ninfasMelias, considerándose también hijos de Urano y Gea por muchos autores. 

Urano vaticinó que, como había sido depuesto por su hijo Crono, el propio Crono estaba destinado a ser derrocado por su hijo. Por eso, para evitarlo, Crono decidió tragarse a sus hijos tan pronto como éstos nacían. Gea decidió entonces intervenir dando a Rea, la esposa de Crono, la idea que salvaría a su último hijo, Zeus: dar a Crono una piedra envuelta en pañales que pareciese un bebé. Según algunas versiones, Gea crió a Zeus, lo que acabaría propiciando la caída de Crono (más información en el Mito de la Sucesión).

MITOLOGÍA GRIEGA. PONTO, EL MAR

"Young Man by the Sea" de Hippolyte Flandrin
FICHA RÁPIDA

Nombre griego: Ponto, Pontos.
Equivalente romano: Pontus.
Equiparaciones: Océano.

Título: dios primordial del mar.
Categoría: dioses Protogenoi; dioses del Mar.
Mitos relacionados: la Creación, según Hesíodo. 

Padres: Gea según Hesíodo; Gea y Éter o Gea y Urano según Higinio.
Descendientes: Nereo, Taumante, Forcis, Ceto y Euribia con Gea; los Telquines con Talasa. 

En la mitología griega, Ponto era un antiguo dios del mar preolímpico.

Hesíodo cuenta que Gea engendró a Ponto por sí misma, sin emparejarse; eso sí, para él, Ponto parece poco más que una personificación del mar. Por su parte, Higino afirmaba que fue hijo de Gea con Éter, el Aire.

Fue padre con Gea de los ancianos del mar, Nereo y Taumante, de los aspectos peligrosos del mar, Forcis y su esposa y hermana Ceto y de la diosa Euribia. Con Talasa fue padre de los Telquines.
Se compara con el titán del mar Océano, cuya presencia era más vívida entre los helenos.